“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

CONFESIONES DE UN LUDÓPATA

Lo admito, tuve una época oscura con el juego de la torre de piezas de madera. Empezó como algo inocente, recuerdo que nos pasábamos las tardes muertas jugando tú y yo. Y también que nunca, nunca se nos cayó.

Lo que no se nos ocurrió es que por muy bien que lo hagas llega un momento en el que estás  a punto de quedarte sin piezas, te toca a ti y empiezas a ver cruzar imágenes extrañas por tu cabeza: platos de lentejas, puñados de monedas y una manzana roja, muy roja, que dice cómeme en una lengua tan antigua como las serpientes. Y todo se convierte en miradas de reojo, tu codo golpeando sin querer –ay, perdona…- la esquina de la mesa cuando me toca a mí y mis ataques de tos en cada uno de tus turnos. Entonces sí, se cayó.

Pero a ti siempre te dio mucho miedo patinar y yo no sé jugar a las cartas, porque no tengo pueblo y era de esos que siempre iban a clase en el instituto; el resto de juegos se nos habían olvidado a los dos, así que recogimos las piezas y vuelta a empezar. Nuestro primer error fue no darnos cuenta de que si las secuelas se llaman así es por algo. El segundo, no escuchar con más atención a Los Chichos, ni más ni menos. Así no hubiera sido tan sorprendente ver que faltaban algunas fichas –las pelusas de debajo de los muebles son voraces y carecen de compasión- y que muchas otras tenían los bordes dañados. Así, quizás, hubiera podido cerrar los ojos antes de que se me clavara una astilla diminuta, que se me pudrió dentro y me nubló la vista, como aquellos trocitos del espejo de la reina de las nieves.

Y así, se nos volvió a caer. Tú te quejabas –con razón- de que colocaba las piezas demasiado altas y que no llegabas. Me dices que soy cruel y yo, con una risa que no era la mía ya, te respondo que no, que no se trata de nada más que de supervivencia: mi mal pulso contra tu 1’50. Me miras con una tristeza infinita en los ojos y sin decir nada, dejas caer la pieza que acababas de quitar y das media vuelta. Y yo aprieto los puños de rabia, porque me gustaría explicarte que esa maldita torre es tan alta porque ya no me fío de las princesas con tacones, ni de sus espejos –sobre todo de sus espejos-, pero las palabras se me coagulan en la garganta y nunca podré decirte que había una puertecita camuflada, porque yo soy bobo, tú eres pequeña y eso era todo lo que necesitaba para vivir hasta arrugarme debajo de una manta de cuadros.

En vez de eso, escombros. Y herrumbre. Y ya sabes que el óxido es lo que más me miedo me ha dado de siempre junto con la idea de que se me clavara una esquirla. Fíjate, al final hice pleno.

10 comentarios:

  1. Cómo viajar de un comentario anecdótico a una gran historia y que a algunos nos den ganas de perdernos por el camino para que no termine =)

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  2. Tras ver tu comentario, he estado ojeando tu blog varios días después y me gusta. Admiro a la gente que es capaz de sacar ideas a partir de una ida de olla y ordenarlas todas en un relato. A partir de ahora entraré más a menudo.
    Un saludo

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  3. Sencillamente, IMPRESIONANTE. Me encanta. Gracias por compartirlo :)

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  5. El motivo de la astilla clavada en el ojo me recuerda el relato de E.A.Poe "Una situación comprometida" y en líneas generales la situación es semejante,tiene mucha gracia.

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  6. Me alegro mucho saber que escuchas lo que te digo ,ehhhh un momento estoy admitiendo que los hombres escuchais aaaaahhhh , jajaja bueno me encanta ahora que mi quebradero de cabeza se ha disipado y lo puedo entender más.
    Por otro lado me sorprendo al ver que a pesar de las altas temperaturas , el butanero nos sigue trayéndonos los bombones tan explosivos que nos gustan tanto .

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  7. Jo... Yo tuve una época "rebelde" en la que no iba a clase y me quedaba en la puerta jugando a las cartas... Jajajajajajajaja. Me encantan las pelusas que no tienen compasión!

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  8. … está bien, entiendo. En el juego de la torre perdemos los dos. Al final, eso lo decidiste TÚ desde el día en que escribiste esta historia y aunque se me esquirle el corazón lo acepto, porque en esta historia hecha de “momentos que nadie nos puede explicar” se cumplen tus deseos. Los dos lo sabemos.

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  9. deberíamos jugar tú y yo y no perdería nadie... pero eso ya lo sabes.

    P.

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  10. Pandora (1.50)- Black rabbit,Pandora hearts. A veces creo que tienes razón... Y no, no es bonito, pero es.

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