“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

EL FANTASMA DE LA TAZA DE TÉ

No puedo escribir los versos más tristes, ni siquiera esta noche, porque haga lo que haga acabo pensando en tus tetas. No me malinterpretes, no es que no me gustaran otras partes de ti… incluso a veces tu forma de ser, pero es que pienso en ti y cuando me quiero dar cuenta... Vamos, que así no hay quien escriba un poema. Y de olvidarte ni hablamos. Conviértela en literatura, decía aquel, si quieres olvidarla conviértela en literatura. Pues no, amigo Henry, no, en este horror no hay literatura…

Y mira que intento odiarte, que me he hecho una colección de mantras con todas las putadas que me has hecho… Intento incluso imaginarte follando con otro -o para ser más exactos, dejando que te folle, que es lo que siempre te puso más-, a ver si así lo consigo… pero este cerebro de pervertido que tengo me traiciona y la escena de celos acaba siendo una película porno. Europeo, claro, que es el bueno. Y sin filtro, como el tabaco negro, que solo lo fuman ya mineros, falangistas nostálgicos y la secretaria de mi instituto, que es de Vitoria.

Supongo que en el fondo da igual, porque no voy a ser capaz de arrancarte de mi cabeza. Nunca lo fui. Todos los cuchillos que afilé pensando en ti solo sirvieron para cortar porciones de tarta y que te las comieras en el sofá mientras yo me sentaba bajo la gota de agua. Tú me mirabas y tratabas de poner cara seria, pero al final casi te atragantabas por aguantarte la risa.

Aún así yo lo intento. Me hago un té, prendo una barrita del incienso que me regalaron en esa tienda de Malasaña a la que me empeño en llevar a todas las chicas que van a dejarme después y me siento en la cama a escribir con mi pijama de comecocos lleno de agujeros –tuvimos noches muy intensas tú y yo-. Estas cosas son la estúpida idea que tengo de “cuidarme”. Debería darme cuenta de que lo más que voy a conseguir va a ser freírme los huevos con el portátil. Porque lo que se dice escribir, ni una triste línea, así que no consigo conjurarte y aunque me tape la cara no puedo librarme de tus ojos ni de tu sonrisa, dando vueltas a mi alrededor, como el puto gato de Cheshire… flotando en el aire como un Jikininki cabrón que viene y empieza a comerse mis entrañas sin preguntarme primero si estoy muerto. Que lo estoy, pero eso es lo de menos, incluso un espíritu carroñero japonés debería tener un mínimo de educación, ¿no te parece?

En fin, que esta noche tampoco. Creo que me voy a hacer unos tomates rellenos. Siendo dejarlo así de repente, pero al fantasma de mi taza de té le gustan los relatos inacabados y la cocina griega. Y se queda a cenar.

11 comentarios:

  1. Henry Miller no sabía lo que decía. Olvidar... imposible. Odiar... tentador, pero a veces inalcanzable. ¿Y qué nos queda? El té y el incienso y esa sensación decarcoma en las tripas. Porque en un momento dado todos somos un relato inacabado y este tuyo nos recuerda que a veces sólo nos queda esto: un fantasma en una taza y poder sentirnos identificados por lo escrito.
    Me gusta, al cuerno con Walt Disney.

    ResponderEliminar
  2. Por desgracia no tengo nada profundo que decir, todavía no he escrito en mi blog y sigo buscando inspiración, así que quizás otro día tengas más suerte...

    lo que si te puede decir es que, a pesar de lo doloroso que es intentar olvidad, has hecho que una sonrisa se esbozara varias veces en mi cara... Me gusta cómo lo has escrito. Voy a por más! Ñam, Ñan... (Mándame unos tomates anda, que no tengo nada hecho para la cena...).

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Sólo hay algo peor que no poder olvidar: no querer olvidar. Aun así, a veces te sacas de la cabeza a una persona cuando menos te lo esperas, de un día para otro. Mientras, no viene mal seguir escribiendo como terapia.

    ResponderEliminar
  4. Olvidarte… ya sólo no puedo, tampoco quiero; si me has vuelto adicta a las porciones de tarta y a tus cuchillos afilados clavados en mí… P.D. Me encanta tu pijama comecocos…

    ResponderEliminar
  5. Té,incienso,cuchillos,tomates rellenos,"huevos fritos" tarta,tetas,cocina griega...no me extraña que no puedas escribir,lo que te va a entrar es una indigestión,prueba con un poco de bicarbonato...

    ResponderEliminar
  6. Releí tu relato, me gusta; aunque es completamente distinto a los otros, me recuerda al poema de Octavio Paz “Las palabras”; pienso que la chica es una alegoría de la literatura y el narrador el escritor tratando de “domarla”; ¿acerté otra vez?, ¿verdad que sí?

    ResponderEliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  8. Hay fantasmas activos y molestos que hay que expulsar,los hay pasivos que no hacen más que husmear, pero los hay activos y benévolos, esos son los que hay que invocar

    ResponderEliminar
  9. Me encanto la entrada ! A mi tambien me gusta la cocina griega :p

    Un saludo !

    ResponderEliminar
  10. Había venido a tu blog dispuesta a hacerlo estallar, tenía la cerilla encendida y justo cuando me acercaba al gas...pero al leer tus entradas me he visto obligada a apagar la cerilla bajo la suela de mi zapato.
    Es normal la inestabilidad y agresividad que muy bien describes tras una ruptura, y más si ella era una cabrona con buenas tetas.
    Espero tu próxima visita al blog.
    1 beso combustionado (pero sin explosión)

    ResponderEliminar
  11. Quién fuera ese fantasma...

    ;)
    P.

    ResponderEliminar