“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

EL WENDIGO Y LA MANDRÁGORA

Estoy ya cansado de huir. Me siento en una terraza y pido café con leche. Con hielo. Por primera vez, me lo traen sin preguntar lo que es. En la mano, como siempre últimamente, el libro de Burroughs. Dejo de contener la respiración, bebo despacio, miro hacia la playa, hacia el paseo, la gente que viene y va. Un albatros sobre una roca que la marea ha dejado al descubierto. Una colilla sin apagar. El viejo tullido que vende lotería la mira y la coge. Hay muchos más, pero no venden nada, se limitan a estar viejos y tullidos. Una jubilada con pareo de leopardo lo mira con desprecio desde la mesa de al lado. Levanto la vista al cielo, pero tampoco esta vez caerá ningún rayo para hacer justicia. Escupo cerca de ella, no lo suficiente para que parezca premeditado, pero lo bastante como para que el viejo se dé cuenta del gesto y me guiñe un ojo, creo que de cristal. A pesar de esa pequeña satisfacción, todavía no puedo escribir.

Pago y me voy. Camino despacio, con el mar siempre a mi izquierda. La luz y el murmullo continuo me devuelven una calma que no recordaba ya. Pero sé que no están bien las cosas, que debería apartarme. El mar está hecho para arrastrar las miradas lejos, muy lejos, y la mía está demasiado perdida. Necesito algo que la sujete y la devuelva aquí, que me devuelva aquí a mí, porque me siento cada vez más distante, más ajeno a todo lo que me rodea.

Me siento en otra terraza y pido más café con hielo. Aquí también parecen saber lo que es. Quizás el fantasma de la taza de té me haya perdonado ya mi traición. Cierro con fuerza los ojos, como si el horizonte me los fuera a arrancar en cuanto abra los párpados. Y sin embargo estoy en paz. He podido escribir, y terminar algo al fin, después de mucho tiempo. Un niño se para delante de mí, me saluda con la mano y se ríe. Le devuelvo las dos cosas, la sonrisa y el saludo. Nos entendemos. Creo que los niños son los únicos que pueden ver lo que hay debajo de mi barba, de cualquier barba, los únicos que comparten la certeza de que el horizonte es un abismo, porque todavía entienden la verdadera gravedad de las cosas.

El libro está sobre la mesa, sin abrir. No me hace falta leer. Vuelvo a escuchar a Burroughs gritando en mi cabeza como una mandrágora. Y ya no hay paz, sino la inevitable y pegajosa lascivia que se destila de cada una de sus palabras. Noto cómo todos mis nervios se estremecen, se erizan uno a uno, con una punzada. Imposible luchar. Tengo que alejarme de la playa, de la gente y de todos los pensamientos oscuros que ahora mismo me provoca casi cualquier ser humano.

Habrá que seguir huyendo.

8 comentarios:

  1. ¿Por qué este relato me ha recordado al cuadro de El Grito de Munch?
    un saludo!
    Raúl
    maestrazgomagico.blogspot.com

    ResponderEliminar
  2. Huye hacia mi, es una sugerencia. Al menos aqui el café es mejor. Algún día hablaremos algo más que monosílabos??? a girl can dream, right?

    ResponderEliminar
  3. Hace poco intenté leerme "yonqui" y no pude. Dicho esto, llevo practicando lo de huir ya tiempo y no me va mal. Prefiero soportar nostalgia que "echar de más" a cualquiera o a cualquier cosa.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Sin duda los niños a veces ven cosas que pueden apagar incendios.

    Tengo que pedir una taza de café con hielo, pero no sé por qué se me ha antojado un vasito de Baylis.

    Te dejo una por aquí, por si también te apeteciera.

    Por cierto, grandioso.

    Un abrazo :3

    ResponderEliminar
  5. ¡Ufssss! ¡pedazo de texto!, me ha encantado, fascinado, entusiasmado, lo he disfrutado como un niño disfruta estirando de los pelos de la barba de su padre, como yo disfruto con una taza de café con hielo...como lo hago leyendote.
    ¡No huyas! mejor sigue escribiendo mirando al mar, pero solo de reojo, no te pierdas en él...
    ¡Genial!.
    Besos. Bienvenido al café.

    ResponderEliminar
  6. Pero no te alejes de la playa, también puedes nadar lejos.

    ResponderEliminar
  7. Profesionales en la huida.. Mientras acaben sirviendote café con hielo no creo que necesites abrir el libro ;)

    Saludos

    ResponderEliminar
  8. Por contradictorio que parezca, huir puede ser una manera de solucionar los problemas, huir hasta encontrar un sitio más seguro en donde repirar profundo y entender con certeza de qué huimos. Entonces, tal vez puedas dejar de huir.
    :) Alicia

    ResponderEliminar