Hoy es el día... arranca la versión 32.0 de mí mismo. Y como tuve el valor de pedir que me escribieran, creo que es justo poner algo que en su momento yo escribí de esa manera. Gracias por enviarme esas pequeñas esquirlas de dentro de vuestras cabezas como regalo... por un momento incluso me pareció que el coro de lemures que me acompaña a todas partes sonreía. En breve hablaré sobre ellas.
El amor y los dioses se reconocen en la mirada, lo escribió Gautier. Por eso debería susurrarlo en francés, pero ya sabes que a mí esas lenguas tan vivas cerca del oído me producen escalofríos, como las comidas que explotan. Eso es, que explotan, por eso corto a la mitad los tomates cherry. ¿Las uvas? Sí, son una excepción, y no, no sé por qué la hago. Y no me distraigas, por favor, que siempre que intento hablarte de amor acabamos en la cocina. Luego te quejas porque cuando me dices que me quieres yo me río, pero no te das cuenta de que no hay quien controle los músculos de la cara con una batidora en la mano a esa velocidad. Y la que se empeñó en comer salmorejo fuiste tú, no lo olvides.
Bueno, a lo que iba, que lo mío son las lenguas muertas. El griego la que más, por eso llevo siempre encima un maletín con una edición de la Ilíada y una prótesis de titanio. Se los compré a un tipo cerca de Herculano. Me aseguró que las había robado en las excavaciones, en las ruinas de una casa de putas. Se los arrancó a uno de esos tipos hechos cenizas. El libro y la prótesis. El año 79 tuvo que ser jodido de verdad por allí. De todas formas, creo que de todos los idiotas a los que se les ha ocurrido montar un pueblo al lado de un volcán, se puede decir que los de Herculano sí tuvieron suerte. Porque vaya forma de morir, ¿eh? Recitando a Homero y dejando el pabellón de la Campania bien alto para toda la eternidad. Aunque también, para una vez que vas de borrachera con los amigos, revienta el Vesubio y se va todo al carajo. Ya es casualidad. Al menos no tuvo que explicarle a su mujer qué hacía en un burdel.
Yo también soy del 79, pero de 1979. Nada que ver. Uno de esos años que empiezan en lunes. Años comunes, los llaman. Uno de esos años comunes en que las mareas enloquecen y se vuelven negras en Galicia y rojas en Camboya. Y que nieva en el Sahara, o eso dicen. Aunque ahora que lo pienso nosotros lo pasamos peor mucho peor que en Pompeya. ¿Qué por qué? ¿No sabes cómo perdimos Eurovisión ese año? Pues porque le dimos 10 puntos a Israel cuando íbamos ganando. Y luego nos extraña que piensen que vamos vestidos de toreros y sevillanas. Aunque también fue mala suerte. Si llegan a descubrir seis años antes –otro año común, por cierto, como el 17 y el 45- que las ondas de choque valían para destruir cálculos renales, los árabes las habrían podido utilizar para quitarse esa piedra del zapato. Y de rebote, Eurovisión para nosotros. Pobre Betty. Casi se muere del disgusto, pero aguantó, no como esos otros dos. Sid Vicious y Marcuse. Rajados. Aunque a mí no me sorprende, porque todos sabemos que los filósofos tienen muy mal perder.
Así que ahí lo tienes, fue infinitamente peor. Y ya ves que no es por aquello de que cualquier tiempo pasado sea mejor, ni porque publicaran la Historia Interminable. Si es que además, la única verdad sobre el tiempo es que es relativo. 1900 años son algo nimio para un dinosaurio –no olvides que siempre están allí-, pero impensable para un yogur. Y hablando de yogures… ¿ves? Me has vuelto a distraer, y así ni salmorejo ni pollo al curry ni nada. ¿Tú te das cuenta de la hora que es? No sé si lo sabes, pero las bibliotecarias no son nada relativas y tengo que ir a devolver unos libros. No, no me mires así. Escúpeme si quieres por cínico, pero no me mires así… que no hace falta ser Gautier para saber lo que estás pensando.