“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

MULTIVERSO (Y5)

Podría estar bien ser Beppe. Beppe tiene 54 años y es cobrador de unos baños públicos en Siena.  A dos pasos del Duomo y la plaza del Campo. Tiene un ventilador, una radio pequeña y un chaleco con su nombre y el puesto que ocupa. Muchos dirían que estoy loco, seguramente los mismos que lo miran con pena al pasar por delante de la puerta. Pero él estaría conmigo. Está acostumbrado a que lo miren así desde pequeño y nunca se ha molestado en tratar de hacer cambiar de opinión a la gente. Creció en un pueblito de las afueras de la ciudad rodeado de su madre y sus tías, de gente que daba por sentado que no se le daba bien nada, ni el colegio, ni el campo, ni trabajar la madera, como hacía su padre. Pero nunca sintió punzadas en su orgullo porque se le negara cualquier responsabilidad. Se limitó a dejarles hacer. 

Así llegó a su mesa con ventilador y radio. Los padres murieron, las tías se iban marchitando una tras otra y todos los primos habían volado lejos. Solo Nicoletta, la más joven, se quedó cerca, casada con un joven y prometedor abogado que llegó a ser concejal de distrito. Ella también lo miraba así, y por eso habló con su marido para que le consiguiera aquel trabajo. Beppe no había acusado apenas los cambios, la verdad, pero le gustó la idea de tener un chaleco con su nombre. Además, era el lugar perfecto para seguir con un ambicioso proyecto en el que trabajaba desde hace años: identificar la procedencia de los turistas por sus rasgos faciales. Estaba muy orgulloso de sus avances, ya tenía casi dominados los países nórdicos y unos dos tercios de América Latina, pero aún quedaba mucho. Los orientales eran el mayor escollo a salvar, pero acabaría lográndolo.

La otra ventaja es que los baños se cerraban a las siete en punto, así que tenía tiempo para regresar pronto a casa, calentar lasaña en el horno y ver una película de Bud Spencer antes de irse a la cama. Se levantaba siempre muy temprano, a las seis, repasaba las anotaciones del día anterior, pasaba a otro cuaderno las más importantes y se marchaba a abrir.


Por eso digo que podría estar bien ser Beppe. Se pongan los demás como se pongan. Aunque bueno, seguro que si supieran que su abuelo había sido delegado comercial en los varios intentos fallidos de Italia de formar un imperio colonial, y que ese fracaso no le había impedido establecer unas cuantas alianzas tan turbias como lucrativas, empezarían a cambiar de opinión. Y si se enteraran de que Beppe fue el único al que su abuelo reveló dónde había escondido todo su dinero… entonces quizás entenderían mejor esa eterna y complaciente sonrisa con la que siempre indica a los turistas que ya pueden pasar.

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