“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

MALA MEMORIA

Tú y yo sabemos lo que hacías ciertas madrugadas…

A veces, si pienso mucho en eso, consigo reunir un poco de rabia, pero soy un desastre, y solo sé lanzar cuchillos si es delante de un espejo. Una verdadera lástima, porque nunca fallo. Todos alcanzan puntos vitales. Cuando he perdido ya sangre bastante y el pulso me empieza a temblar los guardo, aunque no sé por qué me molesto, porque al despertar siempre hay cuchillos en el cajón. Desde que puedo recordar. Me visto y salgo a la calle, que los perros de sal me esperan, ansiosos por lamer mis heridas. Rebuscan entre la basura, haciendo tiempo con la perseverancia de las cosas inertes, hasta que aparezco por la puerta. Entonces me miran con sus ojos blancos y vacíos y me siguen.

Y yo camino intentando no volver la cabeza, porque sé lo que pasará si lo hago, porque sé que se me echarían encima y me obligarían a recordarlo todo, hasta hacerme confesar a gritos que no sé vivir sin ese castigo, aunque sea el peor de todos los que se me ocurren, aunque sea excesivo hasta para el más miserable de los dioses griegos. Y solo porque siempre creí que uno nunca llegaba tan lejos si no era para seguir.
Solo me detengo cuando veo ese enorme cartel luminoso: “Si te cortas la cabeza con una hoja de papel te regalamos este fantástico ordenador portátil”. Qué casualidad. Lo que mejor se me da. Y además, tengo casi todo el trabajo ya hecho. Demasiada tentación para un sadomousesoquista como yo. Así que en cuanto abren me planto delante de la mesa del director de la sucursal, dejo encima una bolsa con todo lo que he ahorrado pelando pipas y le pido un folio. Que empiece el espectáculo.

Después de pasar el sombrero –que obviamente ya no me hace falta- y recoger mi regalo en caja, salgo y paro un coche de caballos. Una rareza más de este mundo paralelo mío tan absurdo. “Mundo-drama” lo llaman algunos. Ya sabe dónde voy, así que no tengo que decirle nada. Suena un tango y al principio solo canta el caballo, pero al final acabo por sumarme y tararearlo yo también con desgarro, porque está claro que el muy cabrón me lo dedica solo a mí. “No olvidés hermano, vos sabés, no hay que jugar”, dice y me guiña un ojo con acento porteño. Como el de de aquella papaya que conocí una vez. Pero es que no lo puedo evitar, el impar de tus botas, el rojo de un pintalabios… y me juego entero. Soy un idiota con muy poca autoestima y las sirenas  siempre me cantan lo que quiero oír -…come out to play-i-ay…- aunque en el fondo digan todo lo contrario –there’s nowhere to run, baby-. El resultado, el de siempre.

“Mala memoria la que solo recuerda lo que ha pasado”, dijo la reina de corazones, como cada vez que me veía aparecer por su palacio. Yo no podía hacer otra cosa que encogerme de hombros y enseñarle la bonita cesta de mimbre que me había comprado para la ocasión. Entonces fue ella la que encogió los hombros, como dándome por imposible. Quizás lo sea, después de todo.

7 comentarios:

  1. “Mala memoria la que solo recuerda lo que ha pasado” Me encanta.

    Pasarme por aqui y seguir leyendote. Me encanta. Tus historias que cuentan todo, con un poco de nada, y sentimientos.

    Y puedo seguir diciendo muchas cosas, pero me parece que no es suficiente.. que te quedes con el "Me encanta" porque es de lo mas importante.

    Besos,
    RChS

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  2. Tu blog me dice que ya he comentado en esta entrada. Creo que ese portátil tambien conspirará contra mí.
    Y ese caballo no puede mas que decir la verdad. Aunque el acento argentino siempre me inspiró desconfianza.

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  3. … La esperanza estaba en el cajón de Pandora, bonita canción, mi preferida de Luis Ramiro; y sí, lo mío son las botas protegen muy bien los tobillos. ;

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  4. Una pena que no expliques como un simple folio corta una cabeza, te montas en un romántico coche de caballos y cantas junto al animal, mientras los salvajes perros que te seguían os hacían los coros.
    Ummmmm....¿un poco raro mi comentario,no?.
    ¡Dame uno de tus bombones que necesito azúcar!

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  5. Y tú, sigues dejando que te laman. ¿Sabes?, siempre hay ese punto en ti. Esa pausa que dice 'duele pero me da igual que duela, quiero que duela porque así podré decir que duele'. Y cómo duele puedes creerte ciego de tanto fuego corriendo por tus entrañas, declararte cansado o harto simplemente dolorido. Quedarte aún más ciego que uno de tus perros, restregar entre la basura que es tu dolor y tu desazón. ¡Qué subid´n tu desazón! Y entonces enseñarnos las palmas de las manos, encojerte de hombros, y decir que tu memoria sólo recuerda el pasado. Y entonces quedar como un rey, estancarte en tu dolor y, tal vez, hasta un poquito en tus palabras. ¿Qué dirían los griegos de esto?

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