Síndrome: sust. Del griego
syndromos, concurso. Conjunto de síntomas que constituyen una patología.
Síndrome de Stendhal (también denominado Síndrome de Florencia): enfermedad psicosomática que causa un
elevado ritmo cardiaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el
individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando éstas son
particularmente bellas o están expuestas en grandes cantidades en un mismo
lugar.
Insisto. Putas etimologías. Eso
sí, la colección está quedando preciosa. Ahora verás, te va a dejar de piedra.
Si te soy sincero, no me extrañó lo
más mínimo descubrir que Stendhal se llamaba Henri. Ni que de todos los años
posibles fuera en 1979 cuando le pusieron su nombre a un síndrome. Hay señales
tan retorcidas que parece imposible que no sean ciertas: por ejemplo, que yo
tenga casi 33 años y trazas de músico mesiánico y tú el nombre bíblico y la
facilidad para resucitar a los vivos. He leído demasiada tragedia griega como
para creer en las casualidades. Pero por eso mismo sé también que, incluso en
los momentos de mayor desesperación, el hombre debe seguir siempre las leyes de
la belleza.
Y eso hice, porque todo era
insoportablemente leve a mi alrededor, empezando por mí. Y funcionaba, de
verdad que funcionaba. Me sentí a salvo, tanto que me olvidé de la Esfinge y
dejaron de interesarme sus acertijos. Y solo escribía en verde. Pero solo por
un tiempo. Luego empezaron las alucinaciones, y el vértigo y los temblores
volvieron. El problema fue que todo era demasiado bonito contigo. Tanto que mi
organismo reaccionó produciendo anticuerpos. Por eso todo acabó tan mal. No hay
otra explicación. Entiendo que te parezca absurdo, pero bueno, también lo es el
odio inmenso que siento por la gente que tararea y es algo que no puedo evitar.
Admito también que te pueda parecer injusto, aunque te prometo que no sabía que
tampoco Florencia paga a traidores. Claro que si lo piensas bien no carece de
lógica. Ya sabes, de esa lógica cruel de los oráculos que está siempre escrita
en rojo y que yo había dejado de leer.
Fueron demasiadas traiciones. Supongo
que en el fondo los dos sabíamos que antes o después Tebas iba a reclamar lo
que es suyo. Que llegaría el día en que la tinta verde se me acabara y que ese
día tendría que volver. Y así fue. La Esfinge seguía allí, esperando, como
siempre. Y como siempre era difícil decir si sonreía, reflejaba una tristeza
inmensa o una indiferencia total. La tentación de saber fue otra vez demasiado
fuerte y mi desmemoria fatal de nuevo. Edipo no gana para disgustos conmigo. Ni
para ojos de cristal. Y yo sigo sin aprender que la mirada de una esfinge solo
puede soportarla otra esfinge, porque en lugar de colores lo que hay en ella son
todos los enigmas del mundo.
¿La solución? Bueno, para mí es
evidente, pero aún así te voy a dar una pista: ni papel ni tijera. ¿De verdad
no lo sabes?
... bonito :)
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