“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

SÍNDROMES V. SÍNDROME DE TAKOTSUBO.


Síndrome: sust. Del griego syndromos, concurso. Conjunto de síntomas que constituyen una patología.

Síndrome o miocardiopatía de Takotsubo: debilitamiento temporal del miocardio que puede ser desencadenado por estrés emocional, por lo que la enfermedad es conocida también como "síndrome del corazón roto".
 
Además de ludópata, soy un bocazas. No sé en qué momento se me ocurrió decir en voz alta que siempre había querido ser japonés, porque lo peor que puede pasarte con ciertos deseos es que alguien se empeñe en que se cumplan. Y tú lo hiciste. A conciencia, además.

No podía imaginar que con cada paso que daba hacia ti me metía más y más en zona de exclusión. Ni que aquello verde era uranio y no wasabi. Ese es uno de los muchos problemas que provoca querer ser japonés sin saber lo bastante de anime. Y no hablo de no distinguir entre sushi y sashimi, que eso ya es para nota. Hablo de no saber que la clave estaba en los cerditos. En ninguna otra parte. Que son el único talismán que vale, aquí y en Pekín, y que la nostalgia no se quita con madroños, por mucho que todo hubiera comenzado un domingo en Madrid. Ese fue mi fallo, ser demasiado occidental para entender que en Oriente el horizonte es símbolo de muerte. Por eso, por idiota, me marché alegremente con una oferta de trabajo como samurai nuclear en el bolsillo. Y me fui hasta el mismísimo borde del mapa, al Oeste de todo, incluso de mí mismo. Fue como hacerme el hara-kiri.

Y como todo buen suicidio ritual necesita un kaishakunin, un ayudante, apareciste tú para serlo. Joven aunque sobradamente preparada. Y con experiencia. El único problema es que entendiste las instrucciones justo al revés, que no es lo mismo que leerlas de derecha a izquierda, y lo que debería haber sido algo rápido y sin dolor se convirtió en una agonía inacabable. Como las piernas de las chicas manga, como los partidos de Oliver y Benji. O la gota de agua.

Lo nuestro no tenía ni pies ni cabeza, eso lo podía ver cualquiera. Incluso yo, si me apuras, pero no podía permitirme fracasar, otra vez no, así que reuní toda la épica de la que fui capaz para mantenerlo a flote. Por eso, aunque ya sabía que en los grandes horrores no hay literatura, decidí hacerle caso al poeta, que recomienda ser como el pulpo, ese gran maestro del camuflaje. Así que me adapté a sus costumbres, a las tuyas. Me apunté a la piscina, a la autoescuela, a clases de francés. Hasta subí en la montaña rusa, con el vértigo que tengo. Todo menos reconocer el error. “Sostenella y no enmendalla”, como si fuera el puto Cid. O un héroe homérico. O un samurai. No son mundos tan alejados. Culturas de la vergüenza las llaman: el honor como algo incuestionable, el valor supremo. Igual que el papel envuelve a la piedra o que el policía es más que el semáforo. Y que nadie meta a la moral en la ecuación.

Gota a gota, al final aquello se convirtió en una trampa. Y no había manera de salir de allí. Menos mal que siempre llevo mis palillos encima, porque no era algo que se pudiera arreglar con un poquito de bálsamo del tigre. Y ojo, que te lo dice alguien que va a los restaurantes a que le hagan acupuntura en vivo. Te aseguro que si no es por los palillos hubiera acabado como Diógenes, que se asfixió comiendo pulpo. Aunque bueno, a mí casi me mató un calamar. ¿No te lo había contado? Pues sí, y él no lo sé, pero yo me lo hubiera tenido bien merecido, porque comer calamares en un congreso sobre la caza en la Edad Media clama al cielo. Si es que se me parte el corazón solo de pensarlo.

En fin, que salvé el pellejo. Y como los orientales son grandes ludópatas y yo de eso sé algo, mientras decido qué hacer me dedico a las apuestas. Carreras de sushi. Ilegales, claro, porque yo soy así. Estoy hecho todo un ronin.

Por cierto, ¿sabes lo que quiere decir Takotsubo? Trampa para pulpos. Luego que por qué lo digo: putas etimologías. Y putos síndromes.

4 comentarios:

  1. ¿Y qué te digo yo después de esto?

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  2. Tus putos síndromes me parecen de lo más interesantes. Como un pulpo?? No sé, no me convence. Al final de tanto adaptarte al otro te acabas rompiendo, perdiendo.
    Al menos salvaste el pellejo.
    ¿Un congreso sobre caza en la Edad Media?
    Besos.

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  3. No sólo eres ludópata y bocazas sino que también algo hipocondríaco, siempre lo sospeché y ahora lo confirmo. A no ser que me equivoque interpretando, cosa que bastante probable (se que critico muchísimo el griego y se nota que a ti te gusta porque teneis la misma capacidad de confundirme) huyes como si no hubiese un mañana de la cura, que en estos casos, es el tiempo. Una cura algo lenta, suave y exasperante, como el Paracetamol cuando duelen las muelas, pero una cura al fin y al cabo. Si yo estuviese ahí, te diría "Deja los juegos y tómate las pastillas" con voz de madre y todo. Ah, y también guardaría el diccionario de griego y en su lugar te daría el de latín. Pero mis tratamientos no son muy recomendables en ningún lugar, porque ya sabes que Dangerland no está en Occidente ni en Oriente y no creo que en ninguno de esos lugares te lo aconsejarían.
    Muchos besos para ti.

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  4. ... y pensar, que lo que daría yo porque alguien se empeñara en hacer cumplir todos mis deseos. En fin,,, saludos,,, y bonitos sueños :)

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