“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

ÉRASE UNA VEZ... EN VERONA.

Siempre saldo mis deudas. Despacio, pero lo hago. Lento pero seguro y todo ese rollo que cuento una y otra vez, ya sabes. Esta vez me ha costado 17 años, pero ya está, por fin.

Por eso tenía que volver a Verona. Lo que pasa es que para cuando he querido llegar Julieta ya se había ido. Que lo veo normal, porque 17 años son muchos años para tener esperando a alguien. Lo que sí encontré fue el cadáver del que fui –según yo- en una ocasión. Quizás era lo que andaba buscando al ir allí, después de todo. Quizás era el único sitio donde todavía podía estar. Son tantas las cosas que se han convertido en polvo, lágrimas y tinta roja desde aquella vez que me preguntaba si quedaría algo. Y ese tipo de dudas solo las saben resolver quienes están más allá del tiempo, como las esfinges o algunas ciudades.

Por eso tenía que volver a Verona. Necesitaba saber que sigo odiando a los turistas sonrosados –camisas sudadas, manchas de helado, manos temblorosas- que se agarran a la estatua de Julieta. Comprobar si, solo con el agua helada de las fuentes y mi indestructible navaja suiza –que vino también la primera vez-, podía seguir sin negociar con los terroristas de gorro blanco y carrito ambulante. Ver que algunas veces caminar hasta que los pies te duelen sí te lleva hasta alguna parte, aunque casi todo –5 euros, un entrecejo poblado y los parquímetros inflexibles- pareciera decir lo contrario.

Por eso tenía que volver a Verona. Por eso y porque soy un ludópata. Y me seguiré jugando todas las monedas en fuentes y pozos buscando la combinación que me permita regresar. Contigo.

4 comentarios:

  1. Me gusta especialmente el final. Precioso.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Qué suerte tiene quien pueda regresar contigo..

    ResponderEliminar
  3. Hasta que te das cuenta, siempre llegabas a alguna parte, pero te dolían tanto los pies que apenas te tomabas unos minutos en leer los carteles, es lo que te pasa, que eres un despistado.
    Me alegro mil de leerte ¿sabes?
    PD: Ya buscaremos alguna esfinge que nos conteste, tenemos tiempo.

    ResponderEliminar
  4. Tengo ganas de ver a la vieja cejijunta. Como ves yo también saldo mis deudas ( no más quejas!).Por cierto, en esta segunda lectura en lugar de parquímetros he leído paquidermos y me mola el resultado jajajaja Siento que este comentario no vaya más allá, veo a la vieja cejijunta sobre un paquidermo embestir sin piedad contra los turistas sonrosados y un melenudo comprando billetes para dos y ya nada me sorprende

    ResponderEliminar