“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

EL TIEMPO DE LAS CEREZAS



"(...) el tiempo de las cerezas
nunca llega en noviembre 
no me apetece escribir, hay otras formas de huir..."


La gente solía rendirse en las primeras vueltas del laberinto, y si tardaban en darse la vuelta era solo porque creían ir en la dirección correcta. Hubo incluso quien, como ella, creyó haber encontrado el centro y se quiso quedar, y hasta trató de que llegaran de nuevo la luz y el aire y hacerlo más acogedor. Yo no estaba, claro, porque mis pecados vienen a despertarme temprano para salir de paseo y solo volvemos cuando las suelas de esparto se han desgastado. Pero había tantas cosas extrañas allí con las que pasar el tiempo –discos viejos, muñecos de cuerda y muchos, muchos calcetines desparejados- que pensó que estaría entretenida hasta que regresara y hasta le daría tiempo a prepararse para el baile. Y es que pocas cosas le gustan más a una princesa que las cerezas y los bailes. Lo malo es que nunca hubo, ni lo uno ni lo otro. Ella no merecía menos, pero no regresé. Y no lo hice porque en los laberintos también hay espejismos, espejismos de los que ni yo mismo estoy a salvo. No sabría decir qué fue. Cascabeles alrededor de un tobillo, olor a moras… o simplemente mi propia inconstancia para seguir rastros de migas o de puntos suspensivos. El caso es que perdí el camino, o se me olvidó, así que ella se cansó de probarse vestidos y esperar que volviera. Mi ejército de autómatas hizo el resto y la escoltó hasta la salida.

4 comentarios:

  1. Ese asunto de las fiestas es un mito, los bailes son tan aburridos como los vestidos. Tal vez es de lo que se canso', de los bailes y los vestidos.

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  2. Te ahorcas con tu propia soga ¿será que quieres expiar tus pecados?

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  3. ¿Y no te cansas tú de que a los demás no les quede otra que irse?

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  4. Hay quienes se empeñan en que seas su centro, sin preguntarse si eres el suyo también. A veces no se interpretan las señales, o se malinterpretan. O se ignoran.

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