“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

SÍNDROMES IX. SÍNDROME DE MÜNCHAUSEN.


Síndrome: sust. Del griego syndromos, concurso. Conjunto de síntomas que constituyen una patología.
Síndrome de Münchausen: patología psiquiátrica que se caracteriza por crear dolencias y fingir síntomas de forma repetida y consistente para poder asumir el papel de enfermo, en ausencia de un trastorno, enfermedad o incapacidad confirmados. En el plano somático el sujeto puede producirse a sí mismo cortes o erosiones para sangrar o inyectarse a sí mismo sustancias tóxicas. La simulación del dolor y la insistencia sobre el hecho de la presencia de sangre puede ser tan convincente y persistente que conduzca a investigaciones e intervenciones repetidas en varios hospitales o consultas diferentes, a pesar de la obtención de hallazgos negativos repetidos.

No, no y no. Que no lo tengo. Putos síndromes y lo que quieras, pero este no. ¿Enrique La Quejica? No sé de qué me estás hablando, porque todo lo que digo es rigurosamente cierto. Todas esas tías eran unas locas y me han jodido la vida. A mí… ¡a mí! Que me he desvivido por todas ellas. ¿Te lo puedes creer? Desagradecidas… ¡Si la víctima soy yo! Mira, mira… hasta me han salido ojeras y rayas en la frente, que antes no las tenía.
Así empecé a escribir esto hace un tiempo. Pero como hasta los más tarados tienen sus momentos de lucidez, por breves que sean, ahora me doy cuenta de que negarlo es precisamente el síntoma más claro. Así que sí, lo tengo. Vaya si lo tengo. Y no es que lo que pone arriba sea mentira del todo, porque no lo es, sobre todo lo de las rayas y las ojeras. El problema es que yo estoy haciendo méritos más que sobrados para que me den el título de Barón: preocupado porque me toca el vaso con una muesca en el borde, por si una micropartícula de líquido de limpiar tuberías se mantiene suspendida en el aire con el maligno propósito de envenenar mi cena, por si el óxido… bueno, ya sabes lo que trama el óxido, no hace falta ni que lo diga. Vamos, que no me va a hacer ni falta ser seleccionador nacional para entrar en la nobleza con el curro que me estoy pegando.
Y lo peor no es eso. Lo peor es que siempre me veo a un paso de entrar en el selecto club de la profecía autocumplida, y eso sí que no me lo perdonaría. Pero no por aquello que decía Groucho de no pertenecer a un club que te admita como socio, no, sino porque las manías te pueden dar hasta para mantener un blog y provocar el descojono de propios y ajenos, pero hay un límite para seguir inventándose desastres. La fina línea que separa ese “vivir en un ay” con el que me sacas siempre una sonrisa de la injusticia de hacerte pasar temporadas en mi casa encantada de las afueras. Y no precisamente en la Toscana.

Así que al diablo con los autoprofetas, no pienso hacerlo, aunque para ello tenga que cabalgar sobre balas de cañón o caballos cortados a la mitad, bailar en el estómago de una ballena o encender mechas de fusil con la nariz. Y por supuesto, no cortarme nunca el pelo. Bueno, de hecho esa es una de mis dos razones para no hacerlo. Nunca se sabe cuando tendrá uno que tirarse de la coleta para salir de la ciénaga. ¿La otra? Ya te la contaré en otra ocasión, ahora es la hora de tomarme la pastilla.

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