“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

TRISTE Y SOLA...

Y al final se firmó el decreto de expulsión: tunos y judíos fuera. Ya está bien, al carajo con ellos. El problema vino cuando los tunos se pusieron a tocar y cantar en la cubierta del barco para despedirse y los judíos juraron que no viajaban con semejante calaña: “Con esos no nos montamos, así que vosotros veréis”. Y claro, dinero para más barcos no había, porque como es lógico no lo iban a poner los judíos. Así que hubo que elegir. Y en este país siempre nos ha podido la farra. Así nos va.

FELIZ ANIVERSARIO

Un collar de perlas. Y de tres vueltas nada menos. No está nada mal como regalo de aniversario para la esposa de un gobernador… Desde luego el suyo era mucho más modesto, pero claro, es que 29 años casados es mucho tiempo.

A él ninguna mujer le había sufrido más de uno, siempre tuvo un carácter difícil. No era violento, no me entendáis mal. Jamás le pegó a ninguna. La violencia quedaba para el trabajo. Creo que ese fue realmente el problema. El trabajo. ¿Quién iba a querer estar casada con un matón? Sí, bueno, ya sé lo que estaréis pensando. Podía no haberle dicho nada, llevar una doble vida… Pero eso solo pasa en las películas, o al menos, nunca le funcionaría a un matón de poca monta como él. Antes o después verían la sangre en la ropa, los arañazos, los golpes… ese maldito olor a pólvora que no consigues quitarte de encima…y empiezan las preguntas. Eso por no hablar de las llamadas de madrugada, o de las noches en que ni siquiera dormía en casa…

Era cuestión de tiempo que le pillaran y lo sabía. También sabía que si eso pasaba no iban a mover un dedo por él. Podían, claro que podían, pero no iban a hacerlo. Los abogados costaban mucha pasta, y seamos sinceros, su pellejo no valía ni la mitad de lo que costaba la corbata de uno de aquellos picapleitos. Quizás si hubiera sido más listo, si hubiera sabido moverse bien… pero no había sido así. Veinte años después seguía de matón. Veinte años que se cumplían justamente esa noche. Sonrió al recordarlo… su aniversario. El Sr. Gobernador no se había olvidado de él, y también iba a tener su regalo. Un solomillo tiernísimo, un vino realmente bueno, el periódico de la mañana… y un collar, sí, pero no de perlas, sino de cuerda… ¿Sería de tres vueltas también?

LA MIRADA DEL TUERTO

-Nunca, nunca subestimes a un tuerto-, dijiste entrando por la puerta.

Y yo me sorprendí. Quizás sería más lógico extrañarme de que tengas un erizo como mascota, que lo saques a pasear y que hayas logrado que se siente y levante la pata cuando le enseñas un trozo de jamón serrano –por cierto, nunca antes me había planteado de qué se alimentan en realidad los erizos, pero no los imaginaba carnívoros-. Incluso, pienso, sería más normal asombrarme de que te pongas corsé para estar por casa, como si fueras una heroína de las hermanas Brönte en la era digital. Pero no. Fue una de tus frases lo que me sorprendió, como siempre.

Aún así, seguí leyendo el periódico. Y es que en el fondo, más que sorprendido estaba algo molesto, porque como monárquico y ludópata que soy, siento simpatía por los tuertos. Si por mí fuera, de hecho, solo tendría amigos tuertos, para vivir en una ruleta rusa constante. O en una montaña. Rusa también, claro. Es curiosa la fijación de esa gente por el peligro, aunque para mí, si han inventado algo realmente inquietante es la ensaladilla. Sin lugar a dudas. Ponerte delante de un plato lleno odiando el huevo duro, eso sí que es jugársela.

-Me ha mirado un tuerto…  y de reojo-, insististe.

Al final no me queda más remedio que dejar por un momento los anuncios por palabras. Mi labor de alcahueta entre honradas familias moldavas y pueblos castellanos sin pastores tendrá que esperar, por mucha ansiedad que me produzca verlos en columnas contiguas corriendo el riesgo de no encontrarse nunca (demasiadas telenovelas, demasiado Aristóteles). Así que me río y te digo que escuchas a Hendrix más de la cuenta, y yo apostaría más bien por uno de esos bonitos muñecos con alfileres. Y antes de que puedas replicar añado que no, que no era tuerto, pero sí zurdo. Y los zurdos, como los tuertos, los pelirrojos y los mimos, son agentes del Maligno. Además, es que cuando uno habla de mala suerte a veces pierde la perspectiva, te digo. Si yo hubiera nacido entre los aborígenes australianos, por ejemplo, me habrían hecho la circuncisión con un cuchillo de piedra. Así que debo sentirme afortunado.

Que me dijeras que parecía tu padre hablando estuvo a punto de molestarme de verdad. Sobre todo porque tu padre no tiene ni puta idea de aborígenes australianos. Pero al ver ese flequillo de emo que va tapando tu frente con cada palabra que dices, con cada queja sobre lo vacía y miserable que es tu vida a los veintitantos, decido que compensa. No seré yo el que tenga que estar constantemente soplando porque no veo, así que me da igual. Además la necesidad de esquinas donde echarte a llorar te condenará a no poder visitar el Coliseo y lo que es mucho peor, a renunciar a las pizzas, los donuts y al roscón de reyes. Y no pienses en gofres, que te estoy viendo. Que las celdas y los laberintos son cosa mía.

-Pues a mí me ha mirado un tuerto, te pongas como te pongas…-

Está claro, eres imposible. Así que lo único que dije, volviendo la vista al periódico, es que siempre me pareció mucho peor cabrear a un anestesista.

METÁSTASIS

Quise enterrarla en un papel. Por eso empecé a escribir. Confié en los consejos de Henry, pero los adictos al porno no somos muy de fiar y, además, todo el mundo sabe que a los molineros siempre se la pegan sus mujeres. Pero sobre todo me volvió a traicionar la memoria: y no por acordarme solo de cosas que ya han pasado, sino porque me resulta imposible retener los detalles de las películas que veo o de los libros que leo. O quizás fue que el karma me castigó por hacer tanta sangre sobre Christian Slater. Alone in the dark... Sea como sea, no conseguí recordar cómo se llamaba la rosa. Y el caso es que también olvidé lo peligrosos que pueden ser el papel y las metáforas. Porque el papel lleva veneno y en cuanto a las metáforas… bueno, no se debe jugar con ellas, no hace falta más que una para desencadenar esa reacción química tan improbable como posible que llaman amor.

La sigo queriendo. Me gustaría hacerle sufrir aunque fuera una milésima parte de lo que me hizo ella a mí, y me entretengo imaginando toda clase de venganzas y torturas, aunque como tengo el cerebro fundido por el exceso de pornografía, casi todas mis fantasías consisten en rasgarle la ropa, sujetarla del pelo y follármela mientras la llamo mil veces puta, y dejarla después en el suelo, con una mirada de desprecio y un puñado de billetes arrugados a su lado. Alone in the dark... A veces me engaño pensando que eso sería humillarla, a veces ni me molesto. (Nota mental: quitarme los anillos en mis sesiones de venganza, tengo la polla como si me hubiera visitado el Zorro).

Lo malo es eso, que no es solo lujuria; es que la sigo queriendo con locura. La quiero de esa forma que hace daño, que te destruye y que al tratar de entenderla produce el mismo vértigo y los mismos dolores de cabeza que pensar en el infinito o la muerte. Alone in the dark... O que intentar comprender la diferencia entre adelantar y atrasar la hora. Hay mil canciones absurdas que hablan de eso, creo que incluso la Biblia lo hace. De la autodestrucción y el amor, no del cambio horario, me refiero. Cada día me convenzo más de que debería venderle los derechos de mi biografía a una orquesta de pueblo.

Todo esto es injusto, demencial, lo sé, pero así es. Y mucho más si pienso que he encontrado a alguien maravilloso, alguien que me quiere de manera tranquila, normal, de esa manera sosegada que no consume, que te hace engordar y elegir cortinas. Y en realidad sé que esa es la buena, que lo otro –la otra- no conduce más que al miedo, a la desconfianza, a desintegrarse otra vez cada mañana. Alone in the dark... Pero tengo la terrible sospecha, casi la certeza, de que si ella volviera a aparecer, simplemente con arrugar la nariz, con ladear la cabeza y mirarme, con ponerse delante de mí con uno de esos camisones de niña pequeña, me haría atarme un cartucho de dinamita al pecho y encender la mecha con una sonrisa. Porque la sigo queriendo. Esa es la única –y la peor- respuesta posible.

Alone in the dark.

ENRIQUE 32.0 (ACTUALIZACIÓN)

Por lo que se ve, mi versión 32.0 presenta los mismos defectos que las anteriores. Pero ni la desidia ni la pereza extremas me han hecho olvidar mi idea a propósito de todos los textos que me llegaron. En breve se producirá un cisma en este blog y una nueva criatura verá la luz con ellos y las imágenes que recibí como regalo. Espero no haber agotado vuestra paciencia...