Había mirado aquel espacio vacío
desde todos los ángulos posibles. Y sentía el cuello a punto de partirse,
porque nunca ha sido fácil mirarse el centro del pecho. Pero un día, de pronto,
me di cuenta de que tenía exactamente la misma forma que el recogido de tu
pelo.
Y se me iluminaron los ojos... esos que no entiendo que te
gusten tanto.
Muy bueno como siempre....
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