“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

TETRIS

Había mirado aquel espacio vacío desde todos los ángulos posibles. Y sentía el cuello a punto de partirse, porque nunca ha sido fácil mirarse el centro del pecho. Pero un día, de pronto, me di cuenta de que tenía exactamente la misma forma que el recogido de tu pelo.

Y se me iluminaron los ojos... esos que no entiendo que te gusten tanto.

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