“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

EL TIEMPO DE LOS ALMENDROS


Ya he dicho que la gente se quedaba poco tiempo dentro del laberinto. Casi nadie entiende que, por complejos que parezcan, siempre hay una lógica interna y particular en ellos. Por eso, por empeñarse en aplicar la suya propia ignorando las señales, antes o después se acaban perdiendo. Pero tú no. Y lo curioso es que no necesitaste apenas nada. De alguna extraña manera te diste cuenta enseguida de lo pequeño que era y de que todo estaba construido a escala, así que solo tuviste que dar un paso atrás y levantar la vista. 

1 comentario:

  1. ¿Cuánta gente se habrá quedado perdida en tu laberinto? ¿Cuántos cadáveres? ¿cuántos mutilados? ¿Cuánto dolor?

    Que fácil culpar al que se perdió.

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