“Cuando encuentres a Buda, mátalo”. No lo digo yo, lo dice el proverbio. Y es que además ese cabrón se le parecía: gordo, calvo, con los ojos rasgados… si hasta vestía de naranja. Estaba claro, ¿no? ¿Quién coño iba a pensar que en China también había repartidores de butano?

LA MIRADA DEL TUERTO

-Nunca, nunca subestimes a un tuerto-, dijiste entrando por la puerta.

Y yo me sorprendí. Quizás sería más lógico extrañarme de que tengas un erizo como mascota, que lo saques a pasear y que hayas logrado que se siente y levante la pata cuando le enseñas un trozo de jamón serrano –por cierto, nunca antes me había planteado de qué se alimentan en realidad los erizos, pero no los imaginaba carnívoros-. Incluso, pienso, sería más normal asombrarme de que te pongas corsé para estar por casa, como si fueras una heroína de las hermanas Brönte en la era digital. Pero no. Fue una de tus frases lo que me sorprendió, como siempre.

Aún así, seguí leyendo el periódico. Y es que en el fondo, más que sorprendido estaba algo molesto, porque como monárquico y ludópata que soy, siento simpatía por los tuertos. Si por mí fuera, de hecho, solo tendría amigos tuertos, para vivir en una ruleta rusa constante. O en una montaña. Rusa también, claro. Es curiosa la fijación de esa gente por el peligro, aunque para mí, si han inventado algo realmente inquietante es la ensaladilla. Sin lugar a dudas. Ponerte delante de un plato lleno odiando el huevo duro, eso sí que es jugársela.

-Me ha mirado un tuerto…  y de reojo-, insististe.

Al final no me queda más remedio que dejar por un momento los anuncios por palabras. Mi labor de alcahueta entre honradas familias moldavas y pueblos castellanos sin pastores tendrá que esperar, por mucha ansiedad que me produzca verlos en columnas contiguas corriendo el riesgo de no encontrarse nunca (demasiadas telenovelas, demasiado Aristóteles). Así que me río y te digo que escuchas a Hendrix más de la cuenta, y yo apostaría más bien por uno de esos bonitos muñecos con alfileres. Y antes de que puedas replicar añado que no, que no era tuerto, pero sí zurdo. Y los zurdos, como los tuertos, los pelirrojos y los mimos, son agentes del Maligno. Además, es que cuando uno habla de mala suerte a veces pierde la perspectiva, te digo. Si yo hubiera nacido entre los aborígenes australianos, por ejemplo, me habrían hecho la circuncisión con un cuchillo de piedra. Así que debo sentirme afortunado.

Que me dijeras que parecía tu padre hablando estuvo a punto de molestarme de verdad. Sobre todo porque tu padre no tiene ni puta idea de aborígenes australianos. Pero al ver ese flequillo de emo que va tapando tu frente con cada palabra que dices, con cada queja sobre lo vacía y miserable que es tu vida a los veintitantos, decido que compensa. No seré yo el que tenga que estar constantemente soplando porque no veo, así que me da igual. Además la necesidad de esquinas donde echarte a llorar te condenará a no poder visitar el Coliseo y lo que es mucho peor, a renunciar a las pizzas, los donuts y al roscón de reyes. Y no pienses en gofres, que te estoy viendo. Que las celdas y los laberintos son cosa mía.

-Pues a mí me ha mirado un tuerto, te pongas como te pongas…-

Está claro, eres imposible. Así que lo único que dije, volviendo la vista al periódico, es que siempre me pareció mucho peor cabrear a un anestesista.

3 comentarios:

  1. :) Cuando me mire de reojo un tuerto zurdo y pelirrojo lo sabré. Y te lo diré. Y ya vendrás tú a ver cómo logro que el dichoso erizo levante la pata. Un beso

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  2. Todo está bien otra vez, me da gusto. Yo siempre he creído que las chicas buenas, monocromáticas, son lo mejor en el mundo y más aún si tienen esa tonalidad dulce y melancólica. Al final, estarás bien ;)

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  3. ¡Bestial! llevaba un tiempo sin visitarte y me parece maravilloso.
    Mujer, con corsé y zapatillas de estar por casa, flequillo largo y adiestrando a un erizo.
    A mi me parece que el tuerto no te ha mirado te ha comido con la vista, un personaje así puede sen encantador o la peor anestesia del universo.
    Besos.

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